Qué bien se siente uno cuando puede ser él mismo. Cuando no tiene que fingir o aparentar para encajar. Con María no hacen falta apariencias, al estar con ella puedes ser tú mismo. Estar con ella será como tocar el cielo con las manos, como el sol del primer día de verano.
Jesús nos dio este regalo: “ahí tienes a tu madre” -dijo desde la cruz al discípulo amado que nos representa a todos-.
Ella te llama y te invita a estar a su lado. ¿Aceptas?
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