Segundo Domingo de Adviento
Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Con esta pequeña frase Mateo resume y anuncia el contenido de su evangelio, porque:
La palabra evangelio significa “Buena Noticia”.
Marcos, que ni siquiera nos ha dicho que ha nacido Jesús, ya le llama Jesucristo. Esta palabra la podemos traducir como Jesús el Kyrios, el Señor; es una manera de presentarnos desde el comienzo a Jesús resucitado, reconocido y proclamado como Señor.
Habían pasado más de 30 años desde que murió Jesús y las primeras comunidades ya lo proclamaban así, aunque todavía quedaran testigos que lo habían visto colgado de un madero.
San Marcos empieza, pues, con una confesión de fe. Sólo después, página tras página, se irá acercando a la persona de Jesús de Nazaret para mostrarnos también sus sentimientos, actitudes, parábolas, gestos, etc. Ahora, desde el comienzo, quiere dejar claro a quien nos va a presentar.
Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."»
El profeta Isaías había dicho: “Una voz grita: preparad en el desierto un camino para Yahvé, enderezad en la estepa una senda para nuestro Dios” (40, 3). San Marcos completa esta cita con otras similares: “Yo enviaré un ángel delante de ti para que te guíe por el camino…” (Éxodo 23,20) y “He aquí que yo enviaré a mi mensajero a preparar el camino delante de mi…” (Malaquías 3, 1). El mensaje de Juan y la persona de Jesús quedan insertados en la tradición profética. A Marcos no le interesa hablarnos de la infancia de Jesús, prefiere situarlo en la tradición del Antiguo Testamento y del anuncio de los profetas.
Apareció Juan el bautista en el desierto, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados. Y todos los de la región de Judea y los de Jerusalén acudían a él para ser bautizados en el río Jordán, confesando sus pecados.
Juan tuvo multitud de seguidores y una importancia extraordinaria en su tiempo; hay datos extra bíblicos que lo confirman. En algunos ambientes fue más conocido que el propio Jesús.
Para nosotros el desierto nos evoca un lugar lleno de arena, casi sin vida. Para Israel era un símbolo, expresaba un lugar propicio para el encuentro con Dios. En el desierto el pueblo tuvo grandes pruebas y no superó algunas, por ejemplo cuando se plantearon volver a Egipto y seguir siendo esclavos, en lugar de sufrir penalidades al atravesar el desierto, hacia la tierra prometida.
Al llegar Jesús, el pueblo tuvo que elegir entre seguirle (convirtiéndose y cambiando profundamente) o seguir con su mentalidad y costumbres. Marcos va mostrando personajes que se convirtieron al encontrarse con Jesús.
Este evangelista nos dice también que cuando Juan vio que se acercaban a bautizarse muchos fariseos y saduceos los llamó “raza de víboras”. Podemos imaginar las amistades que se granjeó con eso. Lucas nos dice que Juan recorrió toda la región del Jordán predicando un bautismo de penitencia y cuando le preguntaban: ¿qué tengo que hacer? Juan les respondía: “El que tiene dos túnicas que reparta con el que no tiene ninguna y el que tiene alimentos que haga igual”.
El evangelio de hoy nos presenta a un hombre valiente, que denunció lo que estaba mal y lo pagó con su vida. Y nos mostró un camino de conversión claro y sencillo: repartir lo que tenemos con quien no tiene.
Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
El modo de vestir antes era expresión de la identidad de la persona, con mucha más claridad que ahora; actualmente una persona muy rica puede ir con pantalones vaqueros rotos y se considera moda, no incoherencia. San Marcos nos describe el modo de vestir de Juan de modo que a la gente de su tiempo le evocara al profeta Elías, incluso la gente se preguntaba ¿sería el propio Elías, que había vuelto de nuevo? Tenía sentido que se hicieran esa pregunta, vamos a ver por qué:
En el segundo libro de los Reyes, este profeta es descrito como “un hombre velludo con una correa de cuero ceñida a la cintura” (II Reyes 1, 8); había sido muy querido por el pueblo y creían que no había muerto sino que había sido arrebatado al cielo y volvería de nuevo a la tierra, para seguir profetizando.
Esta creencia se corroboraba con un texto del profeta Malaquías: “He aquí que yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día grande y terrible de Yahvé” (3,23). En otro lugar de su evangelio, san Marcos dice que, tras la transfiguración le preguntaron a Jesús: ¿Por qué dicen los escribas que Elías ha de venir? (9, 11-13)
Y Juan proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
El profeta Isaías había anunciado que sobre el mesías “reposará el espíritu de Yahvé, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fuerza, espíritu de conocimiento y de temor de Dios…” (11,2) Juan anuncia la llegada de alguien que tendría más poder que él y que bautizaría con Espíritu Santo. Con estas dos claves, evidentes en su tiempo, deja claro que estaba anunciando al Mesías.
Marifé Ramos
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