Un día en la vida de Jesús: El texto de hoy (o más bien los versículos 21-39 de este primer capítulo) nos permiten imaginar y reconstruir lo que sería una jornada de Jesús.
Si leemos detenidamente el texto podemos reflexionar y orar sobre: ¿qué hace Jesús a lo largo de este “día”? ¿Qué dice? ¿Cómo se manifiesta? ¿Cómo reacciona la gente? ¿Qué haría y que le diría si
le hubiera acompañado todo el día? ¿Qué me enseña como discípulo o discípula?
le hubiera acompañado todo el día? ¿Qué me enseña como discípulo o discípula?
En el primer capítulo de su evangelio, San Marcos nos ha ido presentando en 25 versículos cómo el espacio en el que se mueve Jesús se va ampliando progresivamente: ha predicado a la orilla del mar (1, 14), luego ha entrado en la ciudad, se ha dirigido a la sinagoga, ha salido de ella, y se ha ido a la casa de Pedro. Después se va a una plaza pública y a continuación al desierto; desde allí a otras aldeas y, finalmente predica por toda Galilea (1, 39).
En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés.
Simón es un nombre arameo. Pedro es griego, podemos traducirlo por piedra, pero no se refiere a una roca, sino a la masa rocosa que emerge de la tierra. Es una imagen de solidez que ahora no utilizamos, pero era muy gráfica en tiempos de Jesús.
Hay tres versiones diferentes en los evangelios sobre el momento en el que Jesús le cambió el nombre a Simón, para indicar el cambio radical de su identidad, de su manera de ser y su tarea.
- Marcos nos dice que fue el día de su vocación (3, 16)
- Juan sitúa ese cambio cuando Andrés presentó a su hermano Simón a Jesús (1, 42)
- Mateo dice que es cuando confesó que Jesús era el Mesías (16, 17-ss)
Lo importante es que los tres evangelistas dejan constancia del cambio radical de Simón hasta ser Pedro. Un hombre soberbio, seguro de sí mismo, que llegó a dar la vida por Jesús, una vez que la Buena Noticia lo transformó.
El cambio de Pedro puede dejarnos indiferentes, pero sería mejor sentirnos aludidos y confrontar nuestra propia vida con el texto. Nuestra familia nos puso un nombre al nacer, pero ¿qué nombre nuevo creemos que nos pondría Jesús hoy, si pensamos en lo que caracteriza nuestra vida en este momento? Merece la pena dedicar un tiempo de silencio y oración para hacer este ejercicio, porque nos da mucha luz sobre cómo estamos viviendo, y cuáles son las luces y las sombras de nuestra vida. ¿Nos pondría: estresad@s, oasis de paz, luchadores ante la injusticia, adormecid@s, sembradores de esperanza o plañideras…?
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
San Lucas, que era médico, cuenta este milagro con más fuerza: “Jesús salió de la sinagoga y entró en casa de Simón: La suegra de este era presa de una gran fiebre, y le rogaban por ella. ÉL, inclinándose sobre ella, ordenó a la fiebre, y la fiebre le dejó. Ella se levantó inmediatamente y se puso a servirles.” (Lucas 4, 38-39)
La curación de la suegra de Pedro ha dado lugar a las explicaciones dispares, según la perspectiva que se tenga. Sugerimos algunas y que cada cual vea dónde se sitúa:
- El texto recoge el peso de una sociedad patriarcal en la no aparece el nombre de esta mujer, no está en su propia casa sino en la de su yerno y en cuanto se le va la fiebre se pone a servir a un grupo de hombres.
Si queremos ver las consecuencias que ha traído esta lectura e interpretación del texto no tenemos más que ver el número de congregaciones religiosas femeninas que atiende a varones. En algunos casos es una colaboración pastoral, en otros es una sobrecarga de trabajo para las mujeres, que fomentan el bienestar y el descanso de los hombres. En el ámbito doméstico ocurre algo semejante. Saquemos las consecuencias.
- Si nos referimos a las costumbres de Israel, hay que tener en cuenta que era un honor que la mujer mayor de la familia acogiera y atendiera a los invitados. Pensemos ahora en esos detalles especiales que tienen las abuelas cuando reciben a la familia en casa y lo que sufren si están en la cama, enfermas, y no pueden atenderla.
- El texto se puede leer a la luz de otros textos que recoge Marcos en los queJesús habla a los apóstoles de la importancia de servir, tras unas disputas sobre el tema: “Quien quiera ser grande entre vosotros que se haga vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea siervo de todos, pues el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate de muchos” (10, 43-45). Lucas pone en boca de Jesús estas palabras: “Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve” (22, 27)
En este caso la suegra de Pedro sería una discípula que tiene la misma actitud que el propio Jesús. Lo que le honra es el hecho de servir.
La palabra “diaconía” expresaba tanto el trabajo doméstico de las mujeres como servir la mesa y el trabajo de los esclavos. Sólo en el contexto de las primeras comunidades esta palabra se refiere también a servir y atender a los demás con mismo talante de Jesús, con los rasgos del discipulado.
- Podemos fijarnos también en las acciones de Jesús: acercarse, tomar de la mano a una mujer e incorporarla. ¿Cómo “tocan estas acciones de Jesús nuestra propia vida? ¿Qué nos despiertan? ¿A qué nos invitan si tomamos en serio el discipulado?
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
Jesús va manifestando en diversos espacios (religioso, privado y público-profano) su poder sobre el mal; ha venido a traer una sanación-salvación radical, a sanar la raíz herida de nuestra vida. Nada que ver con que los síntomas desaparezcan por un tiempo, como hacen algunos medicamentos.
No tenían el mismo tratamiento las personas enfermas que aquellas a las que se creía endemoniadas, pero aquí, al ponerlas en un mismo grupo nos hablan de un colectivo de “maldecidos”. La bendición de Dios se expresaba en salud, y otros dones como tener una gran familia, posesiones, etc. Jesús transforma la maldición en bendición. Es otra manera de decirnos que se va manifestando como Hijo de Dios, aunque todavía no se pueda decir abiertamente. Los hechos hablan por sí solos.
Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Orar en un descampado, de madrugada, no estaba bien visto, no era “lugar de oración”. Para Marcos es una manera de situarnos a Jesús al comienzo de una nueva jornada.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Todos te buscan. Aparentemente la fama de Jesús se va extendiendo, pero pronto aparecerá al confrontación con las autoridades políticas y religiosas.
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Vienen de otro lugar y entran en Cafarnaún, luego se van a otra parte. Acaba de hacer gestos muy significativos (milagros) y ahora se va a predicar. Marcos nos está mostrando las dos dimensiones de Jesús entrelazadas: predicar una buena noticia y hacer milagros. Y a través de una vida errante, con un grupo de discípulos a los que va educando y transformando progresivamente.
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
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