El ayuno parece una cosa completamente pasada de moda e innecesaria. ¿Cómo entender esta práctica que la Iglesia nos aconseja? En primer lugar, comprendiendo que no es un chantaje. “Yo ayuno y así soy más bueno y sacrificado. Dios me va a hacer más caso”. El ayuno tiene el significado de vencerse a uno mismo, de decirte incluso físicamente que Dios (y vivir como él enseña por tanto, la fe, la esperanza, el amor) tienen que ser más importantes que lo que necesitas o te apetece. Algún santo explica que sirve para decirte a ti mismo que hay que sentir hambre de Dios hasta físicamente. En algunas casas, lo que se ahorra con el ayuno o la abstinencia se iba ahorrando para dárselo a los pobres.
¿Qué queremos enseñarle a los alumnos? Precisamente la idea de fondo del ayuno: elegir el bien, elegir la verdad, elegir lo que cuesta y requiere sacrificio. Entonces, ¿si ayunamos de contar mentiras? Vencemos al impostor de la mentira que promete sacarnos de líos y nos pone buena cara pero cuando mentimos nos encierra en una doble vida, o en buscar intereses, o en aparentar…
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