Hay un refrán que dice: “En fin, Serafín; más corre el galgo que el mastín”.
Este refrán enaltece la velocidad del galgo sobre el paso sereno y constante del mastín. Solemos valorar más lo rápido que lo profundo.

Con las cosas de Dios sucede de manera similar. El grano que se siembra va creciendo en silencio, tras mucho riego y espera. Entonces se perciben los frutos de aquello que iba creciendo en silencio con mimos y cuidado.
Recordad que las mejores comidas son las que se cocinan a fuego lento.
El refrán acaba diciendo: “… mas si el camino es largo, más corre el mastín que el galgo”.
En nuestra vida, en los estudios y en la fe debemos recorrer largos caminos, por ello, seamos como mastines: firmes y constantes.
¡Que tengáis todos un buen día!
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