¿Qué dones hemos recibido? ¿Cuáles son nuestras mejores cualidades y capacidades? ¿Qué hacemos con ellas? ¿A cuál de estas dos personas nos parecemos? ¿A quien guarda sus “semillas” sin arriesgar nada, para no perder ni una? ¿O a quien las siembra en la tierra para que se transformen, confiando en que se conviertan en plantas frondosas? ¿Guardamos nuestros dones o los entregamos?
El evangelio de hoy nos ayuda a revisar qué estamos haciendo con todos los dones que hemos recibido.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
Para comprender bien el sentido que tienen los talentos en esta parábola es importante que los niños y niñas distingan bien entre dos usos diferentes que damos a esta palabra. Habitualmente designamos con la palabra “talento” una cualidad personal, una capacidad; sin embargo en la parábola de hoy, el talento era la medida de mayor capacidad que existía y se utilizaba para medir oro, plata y otros metales.
Encontramos varias referencias en la Biblia sobre los talentos. Por ejemplo, cuando el rey David tomó la ciudad de Raba le quitó al rey Milcón la corona de su cabeza y se la puso él. Esta corona pesaba un talento de oro (ver II Samuel 12, 30).
Más tarde, un talento llegó a tener la equivalencia de 6.000 denarios, es decir, el sueldo que podía recibir un trabajador a lo largo de unos 16 años. Era una cantidad increíble, desmesurada. San Mateo quiso resaltar que los dones que Jesús les entregó antes de irse eran de un valor incalculable, y cuando volviera pediría cuentas del uso que habían hecho de los dones
El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
Es curioso que se ponga el acento en que se fueron inmediatamente a negociar; es decir, eran conscientes de la misión que tenían, una vez recibido el don; ni siquiera se les había dicho lo que tenían que hacer con ese dinero. Para los primeros cristianos era evidente que el texto no tenía como objetivo que fueran ser buenos negociantes con el dinero, porque el verbo “ganar” también se empleaba con otro sentido: ganar personas para el seguimiento de Jesús, ganarlas para que formaran parte de la comunidad cristiana. Es muy claro el ejemplo que encontramos en este otro texto del evangelista. “Si tu hermano ha pecado contra ti ve y repréndelo a solas; si te escucha, habrás ganado a tu hermano, pero si no te escucha…” (Mateo 18, 15)
En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
Enterrar el dinero era una postura muy cómoda. Una ley de ese tiempo decía que si una persona enterraba dinero o un tesoro y se lo robaban, no era responsable de la pérdida, porque con el hecho de enterrarlo se acababa su responsabilidad sobre esos bienes. La parábola resalta esa actitud de no querer ser responsable de algo recibido. Si al siervo no le quitan el talento lo devolverá tal cual lo recibió, si se lo quitan no será la culpa suya.
Pero Jesús predicó una actitud muy diferente: no hay que enterrar ni esconder lo que es valioso, “no se enciende una lámpara y se esconde debajo del celemín, sino que se pone sobre el candelero para que alumbre toda la estancia…” (Mateo 5, 15)
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor."
En aquellos tiempos era muy significativa la felicitación de siervo con los términos “fiel y cumplidor”. Es el mismo Jesucristo el que invita a entrar en el gozo, en la pascua, en la celebración del triunfo a quienes han valorado y acrecentado los dones recibidos. El término señor se empleaba en las primeras comunidades para referirse a Jesús como Jesucristo, el Señor. Al usar esta palabra están sugiriendo la vuelta del Señor.
Cuando volviera Jesús premiaría el comportamiento de los cristianos que se habían mantenido fieles y cumplidores durante un tiempo largo de espera, sin contagiarse del paganismo y la inmoralidad de Roma y otras ciudades semejantes.
Es curioso que el señor que vuelve felicite del mismo modo a los dos siervos y les dé un premio idéntico, aunque uno devuelva cinco talentos y otro dos. Esta actitud nos evoca laparábola de la hora undécima en la que todos los trabajadores recibieron un denario, que era lo que necesitaban para mantener a su familia, aunque unos trabajaron más horas que otros.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”. El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."»
Este hombre aparentemente había sido prudente, pero en realidad era el miedo lo que le había hecho tomar la decisión de enterrar el talento. ¡Cuántas veces el evangelio nos invita a tener confianza, a no tener miedo…! Ni siquiera pensó que otras personas pusieran a trabajar esos talentos recibidos. Se le quitó lo que no supo valorar. Quien sólo buscaba seguridad fue expulsado a las tinieblas, que eran el símbolo del miedo y la inseguridad.
Marifé Ramos (Juglares del Evangelio)
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