1º
ADVIENTO, TIEMPO DE “GRACIA”. Nueva oportunidad.
Hoy
comenzamos un nuevo año litúrgico, el ciclo B, en el que básicamente leeremos
el evangelio de San Marcos. El tiempo de Adviento
que dura 4 semanas, es un tiempo especial, kairos, tiempo de Gracia, tiempo de preparación
para la venida del Señor.
Este tiempo
se divide en dos partes: la primera en la que se nos invita a preparar y
vigilar para cuando vuelva Jesucristo, en su segunda venida, al final de la Historia. Y en las dos
últimas semanas se nos invita a preparar la Navidad, la venida próxima y continua
de Jesús a este mundo.
En
este tiempo de ADVIENTO renovamos la esperanza, la ilusión. Es , sin duda,
un tiempo litúrgico privilegiado y necesario. Después de tantos domingos, de
“tiempo ordinarios” podríamos caer en la tentación de acostumbrarnos, cansarnos,
endurecernos y dormirnos. Esta es nuestra debilidad y nuestra mediocridad, que
hacemos rutina hasta del misterio.
¿Por qué no somos santos después de tantas
comuniones, después de tanto beber en las fuentes de la santidad?.
El
Adviento puede ayudarnos a recuperar la ilusión y el compromiso. Es como un
volver a empezar, un volver a poner el corazón a punto, un renovar “el amor
primero”, como si todo se realizara por primera vez, y para mí. “No os acordéis
de lo pasado. Yo lo renuevo todo” (Is 43,18-19; Ap 21,5).
Dios
no sólo me creó, sino que me está creando en cada instante. No sólo exhaló su
Espíritu, sino que me está alentando en cada momento. No sólo vino hace 2014
años, sino que viene siempre.
- Hoy,
también, comenzamos la novena de la Inmaculada concepción, cuya solemnidad
celebramos el 8 de Diciembre. Contemplar la figura de María durante estos 9 días, nos ayuda y sirve para poner a punto nuestra
esperanza.
La
oración intensa
y confiada de la primera lectura, hemos de situarla en medio de un gran
sufrimiento. A la esclavitud del
destierro, se añade la vergüenza y la
impureza del pecado: “Todos éramos impuros. Nuestra injusticia era un paño
manchado”.
¿Es el pueblo que ya no teme a Dios, o es que Dios
endurece su corazón para que le tema?. La pregunta, casi blasfema, es un
recurso literario. El profeta lo sabe. Sabe que, por encima de todo, es Padre: “Señor,
tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y Tú el alfarero: somos todos obra
de tu mano”. Si es Padre, no puede “excederse en la ira”, no puede tener
ira. Si es padre, no puede destruir
a sus hijos, sino compadecerse de ellos, y acercarse a salvarlos.
Hoy
hacemos nuestra esta petición: “¡ojalá
rasgases el cielo y bajases!”, derritiendo los corazones con tu presencia y
transformándolos con ella.
La
segunda lectura, de San Pablo, es todo un contraste con la primera. En ésta se
desprende un ambiente de bendición y acción de gracias, porque ya el cielo se rasgó y “Dios, nuestro Padre” nos dio a
Jesucristo. Ya no se habla de ira, ni de castigos, impurezas y extravíos. “Ya
hemos sido enriquecidos en todo, en Cristo; no carecemos de ningún don”.
2. VIGILAD.
En el evangelio se nos hace una fuerte
llamada a la vigilancia.
Esta es una recomendación insistente en el N.T., porque la
salvación es objeto de Esperanza. (Rom
8,24).
Tenemos que velar como el portero de la casa
que espera la llegada del Señor, como la esposa la venida del esposo, como el
profeta espera el signo o la palabra, como el creyente que espera un encuentro
con su Dios. Como María esperaba la llegada del Mesías
Velad, porque el Señor viene, porque está
cerca. No cedáis a la tentación del sueño, o a la despreocupación, o al olvido,
o a la alienación. Velad, es tiempo de espera.
El Señor sabe que tendemos al sueño, a la modorra, a
la inconsciencia. Por
eso nos estimula con nuevas promesas y con sorpresas. Se nos invita a renovar
la ilusión y la
esperanza. Por eso se nos invita reiteradamente a la
vigilancia.
Su
palabra será nueva: Puede que la letra suene lo
mismo, pero el Espíritu será distinto. La
misma palabra encierra sentido nuevo y gracia nueva. Escucha
bien.
Sus
signos serán nuevos: No
los signos litúrgicos, sino los de la gracia y del Espíritu. Puede ser una
conversión nueva, una reconciliación nueva, una generosidad mayor... Signos que
pueden darse en una celebración, en una comunidad en la familia, en una
persona. Se trata de estar bien atentos. ¡Atiende bien!.
Su
venida será nueva, de
otra forma. Su venida siempre será amistosa y salvadora. Por eso, espera
bien.
3. ¿CÓMO PREPARARÍA, MARÍA, EL NACIMIENTO DE JESÚS?
¿Cómo prepararía, María, el nacimiento de Jesús hace
más de 2000 años?
¿Cómo nos podemos preparar nosotros ahora para
recibirle en esta Navidad?. ¿Podrá ser así?
- Un “Adviento” atento a la escucha de la Palabra.
María es de las que escuchan la palabra de Dios, y
la cumple:
Así vemos en el evangelio de Lucas, cuando una mujer
de entre el público, le echa un piropo a Jesús diciéndole: “¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos
que te criaron!”; Jesús proclama: “! Dichosos, más bien, los que escuchan la
palabra de Dios y la cumplen! (Lc 11,27-28). Esta afirmación que en un
principio parece que es despectiva hacía María, podemos afirmar que es un
piropo de Jesús hacia su Madre, ya que es la persona humana que mejor ha
escuchado la palabra de Dios y la ha cumplido en su vida.
- Un “Adviento” en espíritu y
verdad. María vivió el adviento en Espíritu y en
verdad, con coherencia, dejándose descolocar en sus planes y proyectos. No con
florituras, sino dejándose convertir, dando un giro a sus planes y proyectos.
- Un “Adviento” sencillo. Jesús se
encarnó en María, nació en un pobre portal, y se encarnó en la sencillez. No se
encarnó en una reina o princesa, sino en una humilde joven de un pequeño pueblo
de Nazaret.
- Un “Adviento” vivo. María nos trajo
la vida frente a la muerte. La esperanza
frente a la desesperanza. María puso alegría donde había tristeza; esfuerzo
donde había cansancio...
- Un “adviento” solidario. María
se fijó en quien la necesitaba, su prima Santa Isabel, sus preferidos fueron los
más pobres y necesitados. Mi adviento ha de ser compasivo y cercano a los que
sufren, a los que nos necesitan, al menos espiritualmente... María descubrió,
la presencia de Dios, en medio de sus hermanos, los hombres y mujeres de su
tiempo.
- Un “Adviento” cristiano. María
concibió en su seno a Cristo, esperó a Cristo, nos trajo a Cristo. Yo tengo que esperar a Cristo, llevar a Cristo,
descubrir a Cristo allí donde esté. Nuestra salvación está en Cristo, no hay
otro nombre que pueda salvarnos.
- Un “Adviento” con los ojos abiertos. María
tuvo los ojos y el corazón bien abiertos para “escuchar” la voz del Ángel
Gabriel que le anunció que iba a ser la Madre de Dios. Yo ¿A quién escucho?
José María García Castañeda, sj.
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