5 DOMINGO DE CUARESMA - CICLO C
(...)
Nos acercamos al texto del Evangelio con el periódico en la mano.
Buscamos en los medios de comunicación lo que ocurre hoy, dos mil años después, en situaciones semejantes a la de la adúltera, a pesar de
haberse firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos” (10 de diciembre de 1948).El 6 de marzo han quemado viva a una mujer india. Su marido y un grupo de hombres del pueblo le han aplicado el “código del honor”, porque ella huyó de su pueblo y de su marido 8 años antes. Al volver a reencontrarse con su familia, pensando que sería perdonada, la golpearon, la rociaron con benzeno y le prendieron fuego. Murió abrasada viva. Se calcula que mueren unas mil mujeres al año en India, porque se les aplica este código. La mayor parte de sus verdugos ni siquiera son acusados. Los hombres se protegen entre ellos para guardar silencio y destruir las pruebas.
No se considera un deshonor casar a mujeres, incluso a niñas, con quienes deciden otras personas, aunque ese matrimonio sea repugnante por la diferencia de edad o por otros motivos. Pero las mujeres son condenadas a muerte cuando toman la vida en sus manos y deciden cómo y con quien quieren vivir. O les echan ácido en el rostro, que es otra forma de matarlas lentamente.
¿Qué hubiera pasado si un hombre del grupo de la India se hubiera plantado y hubiera defendido a esa mujer? El texto del evangelio nos presenta la actitud de Jesús frente a la mujer adúltera como algo totalmente revolucionario. Se jugó la vida porque no contribuyó a ejecutar lo que decía la ley de Moisés y esa actitud ante la ley implicaba la muerte. Hizo una apuesta fuerte, clara, valiente. Y nos mostró el camino,ya sea para contribuir a paliar las grandes desigualdades sociales como para trabajar en nuestros contextos concretos y cercanos.
Descubrimos las piedras que llevamos en las manos.
- «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
¿Sería esto lo que estaba escribiendo Jesús en el suelo? Esta frase nos confronta hoy, invitándonos a mirarnos las manos para descubrir las “piedras” que estamos dispuestos a lanzar, además de las que guardamos en el zurrón, en reserva.
Cada juicio y cada pre-juicio son como piedras que lanzamos (a menudo con mucha puntería) para dañar o destruir la fama de una persona. Cada mentira es como una piedra que herirá a alguien, sin duda. Decimos “frases asesinas” que son como cuchillos que se clavan en el corazón ajeno. Cuando recordamos el daño que nos ha hecho una persona y se lo echamos en cara reiteradamente es como si le tiráramos las piedras que cuidadosamente hemos guardado en el zurrón, durante años, esperando el momento apropiado para lanzar la munición.
Quizá hoy el evangelio nos sugiere algo así: No te condeno, pero suelta la piedra que tienes en tu mano; vacía también tu corazón y tu mente de todas esas piedras que guardas, esperando la ocasión para tirarlas. Y que el Amor llene ese espacio vacío que has recuperado y te impulse a trabajar por quienes están al borde del camino, recibiendo pedradas.
Además de interrogarnos sobre nuestras propias actitudes personales es preciso mirar atentamente lo que ocurre en nuestras familias, trabajo, comunidades cristianas, etc. ¿Denunciamos con valentía las desigualdades? ¿Hacemos propuestas coherentes de corresponsabilidad e igualdad? ¿Somos referencia a la hora de vivir unas relaciones igualitarias, al estilo de las que propuso y vivió Jesús de Nazaret?
¿Sería esto lo que estaba escribiendo Jesús en el suelo? Esta frase nos confronta hoy, invitándonos a mirarnos las manos para descubrir las “piedras” que estamos dispuestos a lanzar, además de las que guardamos en el zurrón, en reserva.
Cada juicio y cada pre-juicio son como piedras que lanzamos (a menudo con mucha puntería) para dañar o destruir la fama de una persona. Cada mentira es como una piedra que herirá a alguien, sin duda. Decimos “frases asesinas” que son como cuchillos que se clavan en el corazón ajeno. Cuando recordamos el daño que nos ha hecho una persona y se lo echamos en cara reiteradamente es como si le tiráramos las piedras que cuidadosamente hemos guardado en el zurrón, durante años, esperando el momento apropiado para lanzar la munición.
Quizá hoy el evangelio nos sugiere algo así: No te condeno, pero suelta la piedra que tienes en tu mano; vacía también tu corazón y tu mente de todas esas piedras que guardas, esperando la ocasión para tirarlas. Y que el Amor llene ese espacio vacío que has recuperado y te impulse a trabajar por quienes están al borde del camino, recibiendo pedradas.
Además de interrogarnos sobre nuestras propias actitudes personales es preciso mirar atentamente lo que ocurre en nuestras familias, trabajo, comunidades cristianas, etc. ¿Denunciamos con valentía las desigualdades? ¿Hacemos propuestas coherentes de corresponsabilidad e igualdad? ¿Somos referencia a la hora de vivir unas relaciones igualitarias, al estilo de las que propuso y vivió Jesús de Nazaret?
Marifé Ramos (Juglares del Evangelio)
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