4º Domingo de Cuaresma – Ciclo B
Dibujo: Fano
El evangelio de este domingo nos habla de amor, de luz, de verdad… Avanzada ya la cuaresma es como si nos quisiera avisar de donde está el verdadero camino, para que no nos engañemos.
Dios nos ama tanto que
nos da a su Hijo como luz y salvador, ¿le acogemos e intentamos seguir su luz?
¿O estamos a la defensiva, detrás de nuestras “gafas oscuras” para que nuestra vida pueda seguir más o menos igual, raquítica, indiferente, enganchada en el mal…, pero sin que nadie se entere?
Es el dilema que hoy nos plantea el evangelio. Ojalá podamos abrir nuestros ojos y descubrir agradecidos la luz que se nos ofrece.
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Nicodemo era un personaje muy importante; además de ser fariseo y escriba (con autoridad y cultura), era miembro del Sanedrín. Por pertenecer al Sanedrín estaba llamado a velar por la ortodoxia de la doctrina, al mismo tiempo consideraba a Jesús como un maestro apoyado por Dios, y que realizaba sus obras. Por eso quiere conocerle mejor, estar cerca de él, pero por miedo a enfrentamientos, solo se atreve a ir a hablar con él de noche. Más tarde, en la pasión, intercedió a favor de Jesús (Jn 7, 50-52) y después de su muerte llevó una mezcla de mirra y aloe para que al enterrar a Jesús se respetaran las costumbres judías (Jn 19, 39)
La serpiente era un animal habitual en las tierras de Palestina a la que se aludía como símbolo de animal traicionero, porque se escondía bajo las piedras y mordía a la gente que se sentaba en ellas. Por eso, a los fariseos hipócritas Jesús les llama: “¡Serpientes, raza de víboras!” (Mt 23, 33) Aquí Juan le da otro simbolismo para que las primeras comunidades comprendan que aunque Jesús ha muerto como un malhechor ha sido elevado a la gloria.
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Afirmación impresionante del evangelio. Nos manifiesta el amor de Dios al mundo, a todos, no a unos cuantos buenos o elegidos, o especiales, o… Y este amor universal y gratuito tiene una “medida”, la entrega de su propio Hijo. Ese “tanto… qué” nos ayuda a convencernos de la intensidad del amor de Dios con todos. Para que nuestra imagen de Dios sea la del Dios que ama, por encima del Dios que juzga o exige una respuesta para amarnos.
Por otra parte ese amor de Dios al mundo se manifiesta en la cruz de Jesús.
Quizá, acostumbrados a ver desde niños la cruz por todas partes, no nos paramos a contemplar el rostro del Crucificado con fe y con amor. ¿Podemos descubrir y sentir el amor de Dios en ese hombre condenado y sufriente en la cruz? ¿Nuestra mirada distraída es capaz de descubrir en ese rostro la luz que podría iluminar nuestra vida en los momentos más duros y difíciles? Porque desde la Cruz, Jesús nos está mandando signos de vida y amor, nos está revelando ese “amor loco o desmedido” de Dios a la humanidad.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
¿Hemos entendido este mensaje con la profundidad que tiene? ¿Cómo es posible que a lo largo de siglos se haya juzgado, descalificado y marginado a tanta gente por diversos motivos? Estas personas y colectivos necesitan que se les ayude a comprender que tanto amo Dios al mundo y tanto les ama a cada uno de ellos, que lo que quiere es que sean felices y se salven.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.»
Tenemos que pensar lo que eran la luz y la oscuridad en tiempos de Jesús. Para hacer el mal ayudaba mucho la oscuridad: que no te vieran lo que habías hecho y así quedara oculto. ¿Qué ejemplo similar podríamos poner hoy? que no salga en los medios de comunicación (que son para nosotros lo que era la luz entonces) para que así pueda quedar oculto y no se entere nadie.
Lo que Jesús nos ofrece es la verdad, la transparencia, la coherencia… y el error y el pecado están en preferir la mentira, el embrollo, el ocultamiento… Y esta verdad, como forma de vida, el “realizar la verdad”, tiene mucha más fuerza que “decir la verdad”. El evangelio nos presenta una seria llamada a acoger la luz, para vivir la verdad.
Marifé Ramos "juglares del Evangelio"
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